Maestro en retirada


Oscar B. LLanes Torres*

En un día cualquiera de la semana, encuentro un antiguo compañero, con su atuendo cargado de historia, ya viene avanzando lentamente disminuyo la marcha y llegamos a encontrarnos como de casualidad, tiene el rostro surcado de marcas del tiempo, con su delgadez de antaño, su bien cortado traje y elegante peinado, en su postiza negra cabellera, su pulcra camisa blanca y su ataja corbata de oro, única señal que denuncia su oficio, en la solapa de la chaqueta un fino distintivo de la balanza del Abogado dorado, usa anillo de diamante, zafiro y rubí, discreto y sobrio, que recuerda su pasantía por la Facultad Nacional de Derecho de la Universidad del Brasil con sede en Rio de Janeiro, de los años comprendidos de 1961–1966 obteniendo la licenciatura en derecho y el doctorado 1968-1969 en la misma institución, regresando a la patria se integra a la añeja casa del siglo XIX, ejerciendo la docencia, siendo maestro de varias generaciones, que lograron algunos éxitos económicos, otros éxitos políticos, algunos se hicieron prósperos empresarios.

Nos instalamos cómodamente en la cafetería, repleta de estudiantes, jóvenes profesores, cansados funcionarios administrativos, elegantes caballeros y bellas damas los directivos de la institución, más allá vemos a Doña Zoraida, producida, arrugada en su físico y en su alma, tiene la vista perdida y una escondida sonrisa. Nos preguntamos en dúo que pasará por su mente, alguna antigua travesura o un perdido amor de verano, resta en ella su esbelta figura, su porte de nobleza en franca decadencia, el vidrio que separa el espacio denota el ambiente que se tiene en su alrededor, todo impecablemente en su lugar, los escritorios simétricamente instalados una distante música da colorido a la dependencia, vemos también al vigilante que con molestia ejerce su tarea, su traje descolorido, unos zapatones viejos que no permite conocer el color del mismo, pero se lo nota confortable, alegre parece su plática con el joven  y apuesto funcionario, Diego, con peinado nuevo que denota modernidad en el estilo, con las camisas fuera del pantalón y las mangas de su blanca camisa por el codo, cumple su faena a cabalidad, es cordial y ameno en su trato, pasa apresurado el espabilado Profesor Vera y su fiel funcionario el discreto y manso Fernando, secundado por la vistosa cabellera del señor Ortiz, orgulloso de su revuelta melena.

El Maestro algo taciturno, se lo nota algo triste, melancólico, sin la chispa de antiguamente, su colorido buen humor se va apagando, llega el servicio del humeante café cortado y algunos panecillos, creación de la Señora Graciela, quien se distingue por su gracia y talento en la ruidosa cafetería, donde recibe y acepta sin molestia los piropos de los desgastados profesores y sus amarillentos libros de textos.

El bullicio es común en los corredores, donde se entrecruzan estudiantes, funcionarios, docentes, directivos, cada quien cargando sus propios quebrantos, y como la cafetería es totalmente de paredes de vidrios se disfruta de todos los sitios del entorno, las filas ante las ventanillas donde se cobran los aranceles y circulan los expedientes, las ventanillas de las demandas y quejas, de las diversas solicitudes de quehaceres académicos.

Nuestro Maestro de referencia, rumiando sus interesantes historias, me toma del brazo, eleva un poco la voz y con claridad expone su circunstancia nada feliz, con el pálido dedo de su ya frágil mano, afirma con vehemencia que visita esta su casa porque ella es su mundo, su universo, su mirada al pasado le hace feliz, el futuro es preocupante y con cierta inquietud llega al umbral de la existencia donde ya no se vislumbra luz, solo nubarrones, en la residencia, el hogar, los libros, el sillón, las fotografías que perdieron brillo, la enorme mesa con sillas vacías, los hijos crecieron, la amada compañera aún ocupa su tiempo arreglando recuerdos y utilizando su tiempo ubicando el mundo en su lugar, haciendo de internet su compañera de charlas virtuales y visitas a las amigas de otras geografías, continua su función de guiar y orientar los ya cansados pasos, con palabras dichas en forma de orden y que mantenga la vigorosa juventud que el tiempo se niega a obedecer, dice el Maestro que está en franca retirada, ya el día cumplió su destino, recuerdo a la madre del escritor portugués Don  José Saramago, quien dijera “que no temo a la muerte, lamento dejar la vida y la belleza de este mundo”

*Diplomático-Profesor universitario paraguayo

Un comentario

  1. oscar Llanes Torres

    DISTINGUIDO señores de NOTILAMAR, apreciado amigo/hermano Hassan, mil gracias por publicar mis notas, es una verdadera caricia a mi vanidad, que los probables lectores de estos materiales distraigan su atención gracias a ti caroamigo, es un privilegio tenerte como parte de nuestros sueños e inquietudes. un prolongado abrazo extensivos a la familia, y al pueblo marroqui nuestro habitual afecto,

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