Por Hassan Achahbar
Es imperativo para Marruecos rever para actualizar, de forma urgente e inmediata, su política latinoamericana, teniendo en cuenta los vertiginosos cambios acaecidos, durante la presente década, en varios países y regiones del subcontinente. Si no es ahora el momento, ¿cuándo?
Años atrás, el ministro Mohamed Benaïssa, quien más ha hecho, hay que reconocerlo, para viabilizar las relaciones entre el Reino y Latinoamérica, acuñó la expresión “Vertiente Atlántica”. Se refería a las múltiples oportunidades que se ofrecían gracias a una sana cooperación con el subcontinente y El Caribe. De hecho, nadie mejor que él trabajó tanto para estrechar los lazos y acercar las dos orillas del gran charco surcando el Atlántico en interminables viajes y giras, promoviendo incansablemente la imagen del país ante gobiernos y foros regionales.
En tiempos de M’hamed Boucetta como de Abdellatif Filali, respectivamente sus predecesores en la cartera, el vacío era apabullante, pavoroso y hasta inmoral y venenoso. Argelia, rival del Reino, se había subido al carro sin costo ni demasiado esfuerzo. Es verdad que se logró en 1990 el acuerdo con México para la apertura de las tan ansiadas embajadas residentes en México DF y en Rabat. Pero eso fue más bien gracias a una iniciativa y a impulsos paralelos al actuar diplomático.
Como se ha verificado en varias instancias, Marruecos carecía de los instrumentos genuinos para impulsar una diplomacia latinoamericana productiva e, irremediablemente, cedía terreno frente y ante la agresiva diplomacia rival, ésta última valiéndose del apoyo incondicional del régimen castrista de Cuba.
Plurilingüe, Mohamed Benaïssa, nombrado canciller en 1999, impuso con bastante realismo y buena dosis de entusiasmo y alegría, una nueva dinámica en dirección a los gobiernos moderados del continente. Supo anticipar los cambios y aprovechar con soltura las oportunidades que se abrían en la región. Quizás, le faltó visibilidad y colaboradores para intentar dirimir diferencias con Venezuela, Cuba y Bolivia. No obstante, fue el más audaz, resuelto y sin vacilaciones a la hora de actuar en otras partes, especialmente en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú. Fruto de su trabajo, sobrevino la primera gira del Primer ministro Abderrahman Youssoufi por Colombia, Chile y Argentina en marzo del 2000, seguiuda en noviembre-diciembre del 2004 de la histórica gira del Rey Mohammed VI por México, Perú, Chile, Brasil y Argentina.
En la laboriosa empresa, Marruecos sorteó todo tipo de inconvenientes pero al final, se logró avanzar paulatina y sustancialmente en el mejoramiento de las relaciones con el subcontinente, poniendo orden y, en muchos casos, revertiendo exitosamente los nocivos e inadmisibles efectos de la ofensiva argelina.
BenaIssa acompañó con realismo los cambios del nuevo milenio en Latinoamérica. Participó con creatividad en la instalación de las organizaciones birregionales ASPA (América Latina-Países Árabes) y ASA (América del Sur-África) impulsadas desde Brasilia por el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva con el acodo del venezolano Hugo Chávez. En definitiva, recuperó para Marruecos el destacado papel que por derecho e historia le corresponde como protagonista de primer orden.
En 2007, Benaîssa fue sustituido en el cargo por Taieb Fassi Fihbri, quien intentó y buscó mantener con medido entusiasmo, pero con categoría, el rumbo latinoamericano de la diplomacia marroquí. No fue así en lo sucesivo, con la apatía de Saadeddine El Othmani y el desenfadado estilo y caprichos de Salaheddine Mezouar, dejando actuar sin rumbo y sin sustento a amateurs de una desopilante “diplomacia parlela” que persigue supuestos intereses ajenos a los de la Nación.
De nuevo, ya mediando la presente década y tras la desaparición en los hechos de ASA y de ASPA, el vacío diplomatico se volvió a instalar, con más crudeza quizás, por culpa del desentendimiento y del recorte que hoy caracterizan en lo general, las relaciones transatlánticas. De ahí, la apremiante necesidad de nuevas iniciativas de Marruecos, lejos de los acostumbrados disfraces y tópicos triunfalistas.
Políticamente, la región se vuelca a la derecha. Excepto la victoria del perredista Andrés Manuel López Obrador en México, la corriente conservadora se impone en varios puntos de la geografía regional. Hay que recalcarlo, nada es como lo era antes de la caída de Lulismo en Brasil, del fin del reinado de los Castro en Cuba o de las persistentes ebulliciones en Nicaragua y Venezuela.
Curiosamente, la diplomacia marroquí parece conformarse con menos. Por ahora, por más que se intente argumentar y salvo en contadas ocasiones y destellos esporádicos, no se vislumbran signos fuertes que permitan prever una posible actuación sustancial para enmendar errores y paliar carencias.