Por Hassan Achahbar
De norte a sur, Latinoamérica se pinta de azul por el fuerte avance del conservadurismo político en toda la región y la vuelta en escena de Israel en varios países del subcontinente.
El nuevo panorama político latinoamericano favorece sin duda y cada vez más a Israel en su mano a mano con Irán, su supuesto rival en la región, ya que del lado árabe, los gobiernos de turno están en otras contiendas y prometen no causar demasiado desgaste. Un buen ejemplo de que Israel juega con ventajas es, qué duda cabe, el cambio que se anuncia en Venezuela hasta hace poco fuertemente investida por los iraníes.
Recordemos que entre 2006 y 2010, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, fallecido hace seis años, apoyó sin reservas a Irán y a sus aliados libanés Hizbollah y palestino Hamas. Y es, por ello, que Caracas acabó rompiendo las relaciones diplomáticas con Tel Aviv. Además, ha sido filosa en términos político y diplomático, la destemplada “maldición” pronunciada por Chávez en junio de 2010 contra el Estado de Israel.
“Aprovecho para condenar de nuevo, desde el fondo de mi alma y mis vísceras, al Estado de Israel. Maldito sea el Estado de Israel”, dijo el bolivariano, motivo éste más que suficiente para admitir que desde Tel Aviv hoy se festeja el desmoronamiento chavista y se alienta con más fuerza el tan esperado cambio político en Caracas, ya no por el significado que conlleva la pérdida de un firme aliado para Irán en la región, sino porque la política antisraelí del chavismo obligó a gran parte de la comunidad judía de Venezuela, la segunda más importante de Latinoamérica, a abandonar el país y buscar refugio especialmente en Estados Unidos.
Así, Israel apoyó la reciente “Declaración Ottawa” emitida por los países del Grupo de Lima sobre la situación política en Venezuela y en apoyo al “presidente interino”, Juan Guaidó.
La Declaración hace un llamado a la Comunidad internacional a apoyar al pueblo de Venezuela en su “lucha pacífica para restaurar la democracia”. La respaldan, entre otros, Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Israel, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia y Reino Unido.
Otro ejemplo, uno más, de ese regreso en escena de Israel se dio este año en El Salvador tras la elección de un nuevo presidente. En 2015, Nayib Bukele, hijo de palestinos, ha sido calificado por la embajada de Israel de “socio en esta cooperación entre pueblos amigos”.
En febrero de 2018, el acgtual jefe de Estado, joven de 37 años, visitó Jerusalén en el marco del Congreso Internacional de Alcaldes. Bukele, por entonces alcalde de San Salvador, se refirió a Israel como un “ejemplo de progreso”.
Tras su elección, el Centro Simón Wiesenthal para América Latina le deseó, “en nombre de los más de 400.000 miembros” del Centro, “un gran éxito en los desafíos regionales que se avecinan. Éstos incluyen la presencia iraní y de Hezbollah en la Venezuela de Chavez-Maduro y su actividad en sus aliados del grupo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América” (ALBA).
El caso más sugerente, sin embargo, es el de Brasil. Durante la pasada década, el expresidente Luis Inacio Lula da Silva, afianzó notoriamente las relaciones de cooperación con los países árabes e Irán. El 3 de diciembre del 2010, un mes antes de dejar el poder, Lula da Silva reconoció al Estado palestino, abriendo así paso ante otros países moderados del continente, fuera de la Alianza Bolivariana (ALBA).
Durante la campaña presidencial de octubre de 2018, el derechista Jair Bolsonaro, ahora nuevo inquilino del Palacio de Planalto, prometió alterar las reglas de juego para favorecer a Israel. Y, efectivamente, nada más ganar la contienda electoral, ratificó su promesa de trasladar la sede de la representación diplomática a Jerusalén. y si bien es cierto que aún duda cuando avanzará con su promesa, la decisión está “tomada”.
Lo dijo el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el pasado 1° de enero . La decisión está tomada y solo falta anunciar “cuándo”, recalcó Netanyahu, en ocasión de su visita a Brasil para asistir a la investidura del amigo Bolsonaro.
No obstante, la mayor resistencia ante el cambio anunciado viene de grupos de interés brasileños, sobre todo de parte de sectores empresariales, por temor a perder el multimillonario mercado árabe.
Pese a ello, no faltan los signos alentadores que, para Israel, llegan siempre desde Washington. Eentre estos signos, el hecho de que por primera vez en la historia, un general brasileño ha sido invitado, desde el pasado mes de febrero, a sumarse en el Comando Sur de Estados Unidos, asumiendo una posición de relevancia, como parte del acercamiento entre las dos administraciones.
El acuerdo se dio a conocer en el marco de la primera visita que realizó a Brasilia y Rio de Janeiro el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, almirante Craig Faller.
Según informó la embajada de Estados Unidos, el 12 de febrero, el almirante visitó la Base Submarina Itaguai, situada al sur de Rio de Janeiro, y en Brasilia, abordó con el canciller Ernesto Araújo la cooperación en materia de defensa. También se reunió con el Comandante del Ejército, los jefes del Comando de Operaciones Aeroespaciales (Comae), de la Brigada de Infantería Paracaidista y de las tres fuerzas armadas.
Mientras, del lado árabe y musulmán, se opta por el silencio salvo Turquía cuyo canciller, Mevlut Cavusoglu, se encontró el 10 de febrero en Brasilia con su par Ernesto Araújo, ocasión para calmar las aguas. De hecho, el ministro brasileño aseguró que Brasilia aún no decide el traslado de la sede diplomática a Jerusalén. Explicó que la decisión requiere de mayor “reflexión” y que Brasil la sigue “evaluando”.
En ese mismo sentido, el ministro brasileño alegó que se debe escuchar “todas las preocupaciones que puedan existir de otros países” y que su país desea que su decisión sea “definitivamente no negativa, para las relaciones con los vecinos de Israel, con el mundo árabe y el mundo musulmán en general”.
Por ahora, el peor escollo ante la consolidación de la posición de Israel en la región es Argentina, país que ofrece la otra cara de la moneda, que por cierto para nadie es deseable. La inestable posición de los sucesivos gobiernos argentinos durante tres décadas irrita a más no poder, aunque a Israel tampoco le interesa pisar el acelerador. Argentina acoge la mayor comunidad judía del continente, superada únicamente por Estados Unidos.
A nadie se le escapa que los atentados de 1992 y 1994, perpetrados respectivamente contra las sedes de la embajada israelí en Buenos Aires y de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), han sido de extrema gravedad para la convivencia nacional. Estos dos atentados todavía esperan ser esclarecidos en medio de demasiadas conjeturas para más confusión.
La justicia argentina “investigó” la “pista iraní” y hasta hubo fuertes condenas contra muy altos responsables persas. Se emitieron incluso alertas rojas por Interpol, aunque todo quedó en la nebulosa.