Jair Bolsonaro en su gira árabe

Brasil abrirá su Oficina comercial en Jerusalén el 15 de diciembre


Por Hassan Achahbar

La Agencia brasileña de promoción de comercio e inversión (Apex), que opera bajo tutela del ministerio de relaciones exteriores, abrirá el 15 del presente mes, su Oficina comercial en Jerusalén, aún sin estatus diplomático.

Se espera que a la ceremonia inaugural asista una delegación parlamentaria, encabezada por el diputado Eduardo Bolsonaro, según dijo a la prensa el jefe de la División de América Latina en el ministerio de relaciones exteriores de Israel, Modi Ephraim.

El polémico diputado brasileño, hijo del jefe de Estado y entusiasta partidario de Israel, será recibido, además, por el primer ministro Benjamin Netanyahu, el presidente Reuven Rivlin, el presidente de la Knéset Yuli Edelstein y otros altos funcionarios israelíes.

El anuncio sobre la Oficina comercial de Brasil en Jerusalén se produce al cumplirse, el próximo 1 de enero, el primer año de mandato del presidente Jair Bolsonaro, hoy embullado en la camisa de fuerza que él mismo ha querido imponer a su política exterior.

En realidad, el presidente Bolsonaro no ha faltado a su promesa electoral de trasladar la sede la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén. Tampoco se armó de coraje, siete meses después su viaje a Israel, para emprender una gira por tres ricos Estados petroleros del Golfo.

El periplo arábigo de Bolsonaro no levantó ampollas en Israel por lo que se deduce que no interfiere para nada en las relaciones entre Brasilia y Tel Avuv. Muy al contrario. Diferente a su habitual imagen de hombre adusto y enfadado, los medios brasileños mostraron a un presidente brasileño relajado y hasta bromista al lado y en medio de sus anfitriones árabes.

Ya sugerimos en más de una ocasión que la diplomacia brasileña perdió su Norte desde la llegada al poder del clan Bolsonaro y que el Palacio de Itamaraty carece de brújula en Oriente Medio, en parte por la actitud dubitativa del canciller Ernesto Araújo.

El ministro Araújo se ha inhibido en muchas situaciones, un tanto incomodado por los fuertes protagonismos de Eduardo Bolsonaro, presidente de la Comisión de relaciones exteriores de la Cámara de diputados, y del vicepresidente de la República, general Hamilton Mourão.

Con el paso de los meses, se ha verificado que el canciller está fuera del juego, que el impulsivo e inexperimentado diputado Bolsonaro, aún cediendo en sus embates, no renunció a su protagonismo proisraelí, en tanto que el cercado vicepresidente Mourão sigue atrincherado en su indefinición.

Lo curioso, no obstante, es que el general Mourão, quien dice abogar por mejorar las relaciones con los países árabes y se opone al cambio de sede de la embajada en Israel, carece de medios y que cada vez quiere compartir algo relacionado con el Mundo árabe, lo hace en el marco de la Cámara de comercio árabe-brasileña (CCAB), siempre con el supuesto objetivo de llevar la calma a los mercados internos.

Así hizo el 18 de diciembre de 2018 cuando, siendo aún vicepresidente electo, recibió en Brasilia a la plana mayor de la CCAB, la cual preocupada solo por la eventual pérdida del mercado árabe, le “presentó el potencial de los negocios con los árabes” y él, subrayó en su cuenta en Twitter “las posibilidades de comercio e inversión de los países árabes en Brasil”.

El militar retirado volvió a acercarse a la CCAB a mediados del año, concediendo una entrevista al portal ANBA, órgano digital de la Cámara. En la entrevista difundida el 14 de agosto, no mencionó el conflicto de Medio Oriente pero sí recordó que “Brasil siempre se ha guiado por la búsqueda de una solución pacífica y concertada para la ocupación del territorio”.

Cauto, el general afirmó ver “una muy buena y muy grande aproximación entre Brasil y los países árabes” y habló de todos los temas sin profundizar en ninguno. Se refirió especialmente al proyectado viaje del presidente Bolsonaro a los países del Golfo (realizado en octubre) y a los esfuerzos del gobierno por mejorar los intercambios con Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes Unidos y otros países.

Algo parecido sucedió el pasado 2 de diciembre, cuando la CCAB homenajeó al vicepresidente, ofreciéndole un almuerzo en su sede de la Avenida Paulista, en Sao Paulo. Ese día, el general hizo un balance positivo del primer año de gestión del gobierno y ANBA dedicó al encuentro el sugestivo título: “Brasil y árabes ya tienen relaciones estratégicas”.

Nada más lejos de la realidad. Solo que cuando el interés va por delante, cualquier medio es válido. Es cierto que el clan Bolsonaro se acercó a los árabes del Golfo, pero no renunció al proyecto de embajada en Jerusalén. Tampoco cedió el clero evangélico de Brasil, impulsor de la iniciativa bolsonarista. Solo que la coyuntura impone maniobrar con cautela y, en palabras del propio diputado Bolsonaro: “La pregunta no debería ser si lo haremos, sino cuándo lo haremos“.

Dicho de otro modo, los gobiernos árabes se autoengañan creyendo en la bondad o en la posible cordura del actual gobierno brasileño. El clan Bolsonaro no tiene prisa para operar los cambios y tampoco es exigido en este sentido por el gobierno israelí. Mientras, el vicepresidente Mourão sigue apostando por la CCAB y ésta persistiendo en el engaño.

El 2 de diciembre, ese mismo día del anuncio de la apertura de la Oficina comercial de Brasil en Jerusalén, el vicepresidente ha sido homenajeado en la sede de la CCAB en Sao Paulo, bien lejos de las embajadas árabes y de la representación de la Liga árabe en Brasilia.

Esto da para una reflexión más a fondo sobre el papel de la CCAB y qué tipo de relacionamiento pretenden los países del Golfo desarrollar con Brasil, dejando que una corporación mercantil, solo movida por el instinto de lucro, se haga cargo de los intereses del Mundo árabe.

Cabe recordar que la ahora aureolada CCAB, en sus orígenes Cámara de comercio libanesa, pasó a llamarse “árabe” para luego adquirir el carácter de monopolio avasallador desde el inicio en 2003 de la administración del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, necesitado de una estructura fuerte para la expansión comercial de Brasil en la región.

Fue así como la corporación gremial, subvencionada por el gobierno Lula en 5 millones de dólares al año, antes de convertirse en ente monopólico, aplastando la competencia, escapándose a sus garras únicamente la Cámara de Comercio e Industria Brasil Irak (CCIBI).

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