Por Hassan Achahbar
Huele mal en las cada vez convulsivas relaciones entre Marruecos y algunos países de América Latina. Solo en los últimos cinco meses, dos gobiernos de izquierda restablecieron (Perú el 8 de septiembre y Honduras el 11 de febrero) relaciones con la virtual y autoproclamada República saharaui.
Ante estos hechos lamentables, la diplomacia marroquí sigue muda, como si nada pasó. Debe admitir que le cabe parte de la culpa y rendir cuentas por no saber defender los logros de años anteriores, en algunos casos por ineptitud o por falta de una verdadera motivación de quienes están a cargo de promover los intereses nacionales y, en otros, por la ingenuidad o simplemente, la corrupción de los gobiernos de izquierda, en una región políticamente volátil.
En la perversa lógica de los gobiernos castro-chavistas, se trata de un juego que no implica mayores riesgos por lo que nada impide que se salten las normas e ir en contra de los principios morales que rigen para las relaciones entre Estados soberanos. Sería distinto si actuaran con la misma ligereza en lo que ataña a los intereses vitales de Estados Unidos u otras potencias.
En 1989, pregunté al director para África y Oriente Medio en la cancillería mexicana por qué su país reconoce la presunta “República saharaui” y se niega a reconocer Palestina. “Hemos reconocido la RASD y nada pasa. Imagínate si hiciéramos algo semejante con Palestina”, me respondió con total franqueza.
Marruecos, que no es una potencia mundial, pero invierte ingentes esfuerzos en defender sus intereses y hacer llegar su mensaje a los países latinoamericanos. Es de sabios reconocer que menudo lo logra, aunque inmediatamente afloja para regresar al punto de partida y “volver a empezar”.
Es hora pues, de poner fin a ese círculo vicioso y los borrones y cuentas nuevas. Es tiempo de detenerse para reflexionar sobre las causas de las fallas y obrar en consecuencia para no tener que repetir los mismos errores y eternamente corriendo detrás de los acontecimientos.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, acaba de lanzar una atrevida e interesante propuesta a España, que de este lado del Atlántico también vale valorarla. El mandatario mexicano pidió a España una “pausa”, un “respiro” en la relación bilateral, al menos hasta finalizar su mandato sexenal, en 2024. “Vale más darnos un tiempo, una pausa a lo mejor ya, cuando cambie el gobierno, ya se restablecen las relaciones y yo desearía, ya cuando ya no esté yo aquí, de que no fuesen igual a como eran antes”, dijo en rueda de prensa el 9 de febrero.
Además de sus reclamos anteriores de reparación, al menos simbólica, por todo lo que significa la colonización española, López Obrador hace este nuevo “planteamiento público”, que no es una “declaración diplomática formal”, por considerar que las multinacionales españolas que operan en su país lo hacen con ventaja y saquean a México. “Vamos a darnos tiempo para respetarnos y que no nos vea como tierra de conquista”, propone el presidente mexicano.
“Si ahora no es buena la relación y a mí me gustaría que hasta nos tardáramos en que se normalizara para hacer una pausa, que yo creo que nos va a convenir a los mexicanos y a los españoles, desde luego al pueblo de México y al pueblo de España, hacer una pausa en las relaciones, porque era un contubernio arriba, una promiscuidad económica política, en la cúpula de los gobiernos de México y España, pero como tres sexenios seguidos, y México llevaba la peor parte, nos saqueaban”.
El presidente mexicano apela al sentido común y pide “no enojarse” ante este planteamiento, aclarando que no se trata de una ruptura, sino “nada más irnos despacio” y poner las cosas en orden mientras se conversa “para que la gente tenga todos los elementos”.
En honor a la verdad, el planteamiento del mandatario mexicano no es nada descabellado y debe ser analizado por Marruecos, que de cierta manera ya esbozó, hace un año, una línea de actuación quizás no tan drástica pero efectiva, cuando se puso firme y se plantó ante dos de sus socios europeos, Alemania y España.
No sería mala idea que también Marruecos observe una “pausa” en sus relaciones con los países latinoamericanos hostiles que, afortunadamente, no son muchos, apreciar los resultados y balancear el trabajo de las representaciones diplomáticas en la región.