América Latina: urge redimensionar a la diplomacia de Marruecos


Por Hassan Achahbar

Abordar las relaciones entre Marruecos y los países de América Latina, con un enfoque novedoso, sistemático y alternativo al armado tradicional y a la forma en que la diplomacia marroquí ha estado encarando esas relaciones, se vuelve cada día imperioso e impostergable.

El panorama actual, visto con frialdad, es poco alentador.  No se trata simplemente de remar cuesta arriba, sino del poco interés que despierta el país ante los socios latinoamericanos, sobre todo en la nueva coyuntura política regional marcada por el retorno de los gobiernos de izquierda o populistas y el declive de los regímenes moderados.  

El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, quien asumirá el próximo 11 de marzo vaticina el nacimiento de un nuevo frente de izquierda. “Me da mucha esperanza y espero tener un trabajo codo a codo con Lucho (Luis) Arce en Bolivia” y también con el colombiano Gustavo Petro (referente de la desmovilizada guerrilla “M19”, que apoya al Polisario) y el brasileño Lula da Silva (en busca de un tercer mandato), si las respectivas candidaturas se consolidan como opción ganadora en las presidenciales de mayo en Colombia y octubre en Brasil.

“Creo que ahí se puede armar un eje tremendamente interesante”, afirmó el presidente electo, y de concretarse el “eje tremendamente interesante” de aquí a principios de 2023, ese “eje” contaría, sino con la adhesión, al menos el respaldo de Argentina, Cuba, Honduras, México, Nicaragua, Perú y Venezuela, países influyentes en la zona y en su mayoría reconocen la virtual República saharaui.

En tal hipotético escenario, Marruecos lo tendría todo difícil frente al repunte de la nueva ofensiva argelina que cuenta con la complicidad de una izquierda por conveniencia, mientras, del lado marroquí, se siguen levantando sospechas de todo orden respecto de la real capacidad del equipo a cargo para acometer iniciativas creativas en defensa de los intereses nacionales.

La opacidad con que los colaboradores del ministro Nasser Bourita, los que gestionan los asuntos latinoamericanos, incluidas la Dirección general, la Dirección de la comunicación y la Dirección de la cooperación cultural, se refleja en los áridos resultados cosechados estos últimos años a nivel bilateral y que se pueden apreciar a diario recorriendo los principales medios periodísticos de la región y las publicaciones en las redes sociales.

No compensa con cambiar la titularidad de la Dirección de asuntos americanos sin un cambio radical de las mentalidades y sin comprometer e implicar seriamente en un proyecto renovador a otros sectores de la sociedad. Ni que decir del criterio adoptado para la selección del personal diplomático que, en ciertos casos, carece de la preparación académica requerida para entender y asimilar la idiosincrasia de los pueblos latinoamericanos.

Más aún, y hay que decirlo con pesar, la tarea de la diplomacia marroquí con respecto a Latinoamérica no ha podido asumir, para luego enmendar, los errores de ciertos funcionarios ociosos, afortunadamente no todos, que aguantan el paso del tiempo mientras observan cómo la imagen del país se cae en pedazos.

La diplomacia marroquí debe promover actitudes proactivas que redunden en beneficio del país, de manera a solventar los errores y a avanzar en la dirección correcta, sin tropezones, con un enfoque claro inspirado en la exitosa experiencia africana y en el buen trato con otras regiones del mundo.

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