Por Hassan Achahbar
Faltan pocos días para la primera vuelta de las elecciones generales del próximo 2 de octubre en Brasil a las que concurren varios candidatos, aunque solo dos de ellos polarizan al electorado y son el izquierdista y expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010) y el derechista y actual mandatario, Jair Bolsonaro.
Más de 156 millones de brasileños están habilitados para elegir, además del presidente y vicepresidente de la República, a los gobernadores, diputados, senadores y Asambleas regionales. Los sondeos de opinión refuerzan cada vez más que Lula y Bolsonaro protagonizarán el duelo electoral.
En opinión de los expertos, los comicios del próximo domingo marcarán un punto de inflexión para Brasil y para su entorno geográfico y, de los resultados de esta consulta popular, dependerán las relaciones con los países centrales de Latinoamérica y el acercamiento o el distanciamiento de las corrientes políticas e ideológicas que se disputan la supremacía en el hemisferio occidental.
En Brasil, se enfrentan dos grandes modelos de país y la polarización es acentuada por las diferencias ideológicas de los dos candidatos con mayor apoyo electoral y por la apremiante necesidad para la derecha representada por Jair Bolsonaro de forzar una segunda vuelta ante la consolidación de la candidatura de su rival Lula da Silva.
En la recta final de la campaña, Bolsonaro, mezcla de militar y religioso, afiliado al Partido Liberal, cuenta con el apoyo de importantes sectores de la oficialidad castrense y de la influyente y muy politizada Iglesia evangélica (no la católica), mientras que el comando de campaña de Lula Da Silva mantiene la presión mediante la movilización general a través todo el país, especialmente en los grandes distritos electorales como son los Estados de Sao Paulo, Rio de Janeiro, Minas Gerais y Región Norte, a fin de crear un ambiente favorable a la candidatura del exsindicalista y expresidente.
Además del apoyo partidario y de movimientos de izquierda, la candidatura de Lula cosecha adhesiones de grandes referentes de la política, de la cultura, de las artes y de los deportivos y goza incluso de las simpatías de los medios y grupos empresariales. En la última semana de campaña, el Partido de los Trabajadores (PT), fundado por Lula en 1982, ha movilizado a sus “Comités Populares de Lucha” para desarrollar “actos en Brasil y en el exterior de apoyo a la candidatura de la coalición Brasil de la Esperanza que garanticen la victoria de Lula en la primera vuelta”, anunció la Web del PT.
El propio Lula encabezó el último “gran acto” de la coalición “Brasil de la Esperanza”, transmitido en Super Live a todo el país, un “acto híbrido, con participación presencial y virtual”, calificado por la prensa partidaria de “momento histórico de una de las elecciones más importantes de nuestra democracia”.
Las encuestadoras convergen en subrayar que Lula da Silva lidera las intenciones de voto con cifras rondando el 50% y la posibilidad de que la contienda por el Palacio Planalto se resuelva en el primer turno, tras el apoyo expresado por varios de los excandidatos presidenciales y las adhesiones de movimientos ambientalistas, sociales, políticos y artísticos.
La eventual victoria de Lula da Silva en primera vuelta, el 2 de octubre, profundizará el avance de la izquierda latinoamericana, después del torbellino neoliberal de la primera mitad de la pasada década, en especial la victoria de Andrés Manuel López Obrador en México en 2017, seguida de los triunfos de Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce en Bolivia, Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile, Xiomara Castro en Honduras y, recientemente, de Gustavo Petro en Colombia.
De confirmarse los pronósticos, Lula da Silva se sumará a la caravana triunfal de la izquierda latinoamericana y su victoria, en primera o segunda vuelta, traerá consigo grandes cambios estratégicos en el hemisferio occidental. Estados Unidos ya dio señales de acercamiento. El pasado 21 de septiembre, Lula da Silva recibió en Sao Paulo al encargado de negocios de la Embajada estadunidense en Brasilia, Douglas Koneff. La reunión fue confirmada por el excanciller Celso Amorim, quien participó al encuentro junto con el exgobernador del Estado de Bahía, el senador Jacques Wagner.
El encuentro duró una hora y media y fue visto como un gesto de la administración demócrata estadunidense. Según el diario Folha de Sao Paulo, el diplomático norteamericano le transmitió a Lula da Silva la confianza de Washington en el sistema electoral brasileño y su respeto por las autoridades electorales del país sudamericano.
Celso Amorim, principal consejero del candidato Lula da Silva para la política internacional, dirigió la diplomacia brasileña durante los dos mandatos del presidente Lula da Silva (2003-2010) y el primer mandato de su sucesora, Dilma Rosseff (2011-2014).
Vale recordar que, durante ese periodo, Brasil mantuvo con Marruecos excelentes relaciones por lo que se esperan alteraciones negativas en el espíritu de cooperación bilateral tras un posible cambio de inquilinos del Palacio Planaltto (Presidencia) y del Placio Itamaraty (Cancilleria), en Brasilia, a partir del próximo 1 de enero.