Por Hassan Achahbar
El próximo 1 de enero, Brasil re-estrenará nuevo presidente cuando el izquierdista Luiz Inacio Lula da Silva asuma su tercer mandato en dos décadas. A la ceremonia oficial de investidura se prevé la asistencia de varios dignatarios de todo el mundo, en especial los referentes de la nueva ola de la izquierda latinoamericana.
Con Brasil, Marruecos mantiene excelentes relaciones y existe una buena sintonía entre ambos Gobiernos que apuestan firme y sostenidamente por el desarrollo de solidos lazos bilaterales en todos los ámbitos. Las relaciones entre los dos países se han visto fortalecidas desde la visita del Rey Mohammed VI a Brasilia, el 26 de noviembre del 2004, y su entrevista con el expresidente Lula da Silva, hoy presidente electo.
Es evidente la imbricación de los intereses económicos, políticos y geoestratégicos entre el Reino y el gigante sudamericano, por lo que ambos países, líderes en sus respectivas regiones, se esfuerzan en cultivar y preservar sus lazos históricos, acorde a las exigencias del mundo de hoy.
Es de destacar también que, en el ámbito birregional, Marruecos ha sido clave en el éxito de la apuesta del presidente Lula da Silva por la creación y la puesta en marcha de los mecanismos de concertación América del Sur-Países árabes (ASPA) en 2005 y América del Sur-África (ASA) en 2006.
Por todo ello, es imprescindible que Marruecos se haga fuerte en Brasil, país que, con respecto al conflicto del Sahara, ha venido sosteniendo la llamada “neutralidad positiva”, pero que ahora le toca dar un paso al frente y ejercer su poder de arrastre regional, atendiendo a los cambios sustanciales esbozados hace dos años en Estados Unidos, seguidos más tarde por España y otras potencias europeas.
En esta perspectiva, se recomienda altamente la presencia en la ceremonia de investidura del 1 de enero de una delegación marroquí de alto nivel. El actual jefe del ejecutivo marroquí, Aziz Ahannouch, realizó una visita de trabajo a Florianópolis (Brasil) en marzo de 2009, en calidad de ministro de agricultura y pesca. La del 1 de enero será una irrepetible oportunidad para su estreno político en Latinoamérica.
Lo cierto es que Brasil se revindica como el segundo país más poblado de negros en el mundo, después de Nigeria, con más del 54% de su población reconociéndose de descendencia africana y que constituyen la mayor reserva electoral de lulismo. Marginada por el ejecutivo saliente presidido por el derechista Jair Bolsonaro, África volverá a estar entre los grandes ejes de la política exterior brasileña tal como lo fue durante los anteriores mandatos (2003-2010) del presidente Lula da Silva, cuando Brasil saturó el continente de representaciones diplomáticas.
Por ello, la diplomacia brasileña, monitoreada por Celso Amorim, el hábil ex canciller de Lula da Silva y su actual principal asesor en temas de política exterior, buscará el apoyo de Marruecos y Sudáfrica como países puntales para recuperar el protagonismo perdido en el continente durante los últimos cuatro años.
Es de suponer que, en líneas generales, no habrá grandes cambios en la concepción de política exterior ni en el enfoque estratégico de la diplomacia global brasileña. En reciente entrevista a Nordeste, Amorim afirmó que “en América del Sur hay una expectativa del liderazgo del presidente Lula en la integración en América Latina y el Caribe” y “en África hay una gran expectativa de contribución”.
“El acercamiento con África es fundamental, evidentemente en todos los aspectos” y eso desde el comienzo de la transición democrática en 1985, dijo el excanciller Celso Amorim.